lunes, 4 de octubre de 2010

LAS FARC, SERPIENTE DE SIETE CABEZAS

SUETONIO TRANQUILO

Con la brillante y bien planeada Operación Sodoma, las Fuerzas Militares se apuntaron un nuevo éxito en su ya muy larga lucha por conservar la tranquilidad de la población civil colombiana; algunos la calificaron como el golpe más contundente infringido a las FARC, el Presidente Santos se atrevió a calificarla como el principio del fin, el regocijo nacional fue unánime, se siente optimismo en el ambiente y algunos creen que las circunstancias están dadas para un proceso de diálogo tendiente a lograr la paz definitiva, tan anhelada como esquiva.

Somos ya muchas las generaciones que no hemos sabido lo que significa vivir en paz; los colombianos nos hemos acostumbrado a la guerra como parte de nuestro diario acontecer. Algunos estamos atentos a conocer su cotidiano devenir, otros prefieren olvidarse de ella y actuar como si no existiera, porque hay que seguir viviendo; los menos afortunados, que han sufrido en carne propia sus desastrosas consecuencias, tratan de soportar con paciencia el inmenso dolor producto de la pérdida o secuestro de sus seres queridos, o padecen la amargura del desarraigo de su terruño o ambos; pero todos hemos aprendido a aceptar con resignación y entereza la tragedia de nuestra guerra como parte del ser colombiano.

Este conflicto que nos ha marcado la existencia tuvo su origen en diferencias y persecuciones políticas, que luego se transformó en un movimiento ideológico que buscaba una distribución más equitativa de la tierra y un mejor vivir para los menos favorecidos; pero, poco a poco por degeneración interna se fue convirtiendo en un grupo delincuencial que proporciona un excelente modus vivendi para quienes lo dirigen, esclavizando a sus militantes rasos y oprimiendo al pueblo que dicen defender. Prueba de ello es la fortuna que han logrado amasar en tierras y ganados a título personal olvidándose por completo del ideal socialista de la repartición equitativa de los bienes. Es por eso que éstos desadaptados jamás se acercarán con una actitud seria, a una mesa de negociación; ya lo vimos con Belisario Betancur y con Andrés Pastrana, ya tuvieron la oportunidad de deponer las armas como en su momento lo hicieron el M 19, el EPL, el PRT, el Quintín Lame y aún las AUC, ya se cambió la Constitución para tener una democracia más inclusiva, requisito previo exigido por ellos para sentarse a negociar; sin embargo siguen sin dar muestras de sensatez, porque se sienten muy cómodos con su vida de privilegios y sobre todo con el poder que las armas le brindan, como dijo Ingrid (quien aprendió a conocerlos durante sus siete años de secuestro): "Esos revolucionarios que traficaban con drogas para comprar armas ahora no son más que traficantes de drogas, que no quieren negociar, que no quieren saber nada de política, que están muy cómodos con su vida de poder, de armas, en zonas que controlan y donde tienen derecho de muerte sobre seres humanos". (El Tiempo, primero de octubre de 2010, Política, Ingrid no volverá…)

Hay quienes ingenuamente piensan que las FARC se encuentran debilitadas y que por ello el diálogo es posible, pero no, aunque han perdido un gran número de dirigentes y de tropa; en nuestras vastas selvas, ellos se pueden refugiar, reorganizarse, dar golpes marginales y gracias a los fabulosos recursos de la droga, pueden esperar el tiempo que sea necesario hasta que las circunstancias les sean nuevamente favorables; en más de cincuenta años de existencia, lo han hecho una y otra vez y pueden volverlo a hacer otros tantos, o más, cien, mil… que importa, la vida para ellos es buena y les brinda esa sensación de poder que de otra forma no tendrían. Es por eso que sólo hay dos vías para acabar con este conflicto, o la aniquilación por la vía militar o la asfixia económica; cualquier otro intento produciría un desgaste tan innecesario como inútil, como lo fue el Caguán.