viernes, 19 de abril de 2013

LA ESCLAVITUD EN COLOMBIA


SUETONIO TRANQUILO


 “Es imposible ser libre y esclavo a la vez… Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocatoria de todos mis estatutos y decretos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida, y la vida de la República”
Simón BolÍvar
Congreso de Angostura
1819


 Aunque la esclavitud es casi tan antigua como la historia de la humanidad, ésta sólo se vino a institucionalizar en América con la llegada de los españoles y su desmedida ambición por las riquezas del nuevo mundo, las cuales se propusieron explotar con voracidad y avaricia usando al comienzo a los aborígenes cuya población comenzó a diezmarse con rapidez, debido principalmente a las enfermedades contagiosas traídas por los europeos; circunstancia que los obligó a importar abundante mano de obra, dando origen a la esclavitud organizada.

En 1518, se inició el tráfico trasatlántico cuando Carlos V otorgó licencias llamadas asientos que permitían a algunos comerciantes llevar esclavos africanos a las colonias, debiendo pagar un impuesto que en un comienzo fue de dos ducados, pero que al pasar los años se fue incrementando hasta los 30 ducados por cabeza, cobro que  se garantizaba mediante el registro minucioso que llevaba la Casa de Contratación de Sevilla, escala obligatoria del comercio.  La primera llegada conocida de esclavos a territorio colombiano fue en 1526, cuando el señor Juan Ruiz recibió permiso de traer a Santa Marta, dos esclavos exentos de impuesto; fue también aquí que se presentó la primera rebelión en 1529 causando la destrucción de la incipiente ciudad y originando el primer palenque, La Ramada.  Reconstruida al año siguiente, en 1550 sufrió nuevamente los estragos de otra revuelta africana.

Pero las continuas insurrecciones nunca desanimaron a los españoles, pues la necesidad creciente de mano de obra, y el expreso mandato del rey de no esclavizar a los indios,  los impulsaba a seguir trayendo africanos a un ritmo cada vez mayor destacándose en un principio los comerciantes de Portugal, Holanda y Francia quienes solían traerlos de Guinea, Congo, Angola y Sierra Leona.

El pago del impuesto se efectuaba por cabeza de las llamadas “piezas de indias”, o sea el número de africanos que efectivamente llegaban con vida menos los descuentos por imperfecciones, por lo que el sólo paso por Sevilla no era suficiente para controlar a los asentistas, de manera que en 1595 se estableció a Cartagena como único puerto de llegada y centro de distribución en las Indias; pero el negocio crecía tan rápido y la congestión era de tal magnitud que para 1605, fue necesario autorizar a Veracruz como puerto alterno, a la vez que se suprimió el paso por Sevilla para facilitar el comercio.

Aún así, la demanda superaba largamente la oferta, dando lugar al contrabando por los puertos de Santa Marta, Riohacha y Tolú; y se tiene conocimiento de algún tráfico  incluso por Buenaventura, Charambirá y Gorgona entre los años 1640 y 1650, cuando muchas otras naciones con autorización o sin ella entraron también en el negocio perdiendo España el control que pretendía tener.  Todas estas circunstancias hacen imposible determinar con  algún grado de certeza, cuántos africanos entraron a Colombia; pero el padre Claver afirmaba haber bautizado más de 300.000 en Cartagena.

CAPTURA, TRANSPORTE Y VENTA
En un comienzo los europeos trataron de cazar africanos para el comercio, pero luego descubrieron que era más económico y menos riesgoso intercambiar mercancías por esclavos, debido a que la continua beligerancia entre las tribus africanas, había creado la costumbre de esclavizar a los vencidos, parte de los cuales comenzaron a ser usados como medio de pago para adquirir armas y herramientas elaboradas en Europa.

Desde el momento de la captura por parte de los europeos, los prisioneros permanecían enlazados de a dos o más mediante grilletes aplicados al cuello o los tobillos y encerrados en las llamadas factorías, que no eran otra que unos cobertizos más acordes para corral de animales que para vivienda de personas; allí permanecían los días que tuvieran que esperar para que se completara el cupo del bergantín, que podía ser entre 250 y 500 individuos. 

 Aún encadenados eran arrojados a la sentina o a cualquier otro espacio disponible, atiborrados como bultos, sin higiene o consideración alguna, por lo que muchos se enfermaban e  incluso algunos fallecían durante el largo y tormentoso viaje.  Al llegar a América los hacinaban en barracas húmedas, estrechas y malolientes donde pretendían engordarlos un poco, antes de ponerlos en venta luego de marcarlos como animales con hierros candentes con la “CR” de la Corona Real en el pecho y las iniciales del asiento en uno de los omóplatos; aunque algunos bárbaros colocaban su marca en la cara.  Mediante ésta inclemente señalización se demostraba la legalidad de su ingreso y el pago por parte del asentista del impuesto respectivo a España.

Para determinar el precio en la subasta, además del sexo y la edad, intervenían dos factores adicionales que eran el palmeo y la redhibición.  El primero consistía en colocar un listón previamente marcado con los palmos para determinar mediante éstos, la altura del esclavo y a partir de esa medida, comenzar a descontar de acuerdo a los defectos, enfermedades, limitaciones, etc.; de esta forma se determinaba si el individuo alcanzaba a ser una “pieza de indias”, expresión con que se designaba el tamaño mínimo requerido para establecer la cantidad de africanos traídos.  Esta medida era importante no sólo para determinar su valor, sino también para definir los impuestos a pagar; ya que para ser una pieza de indias, debía tener al menos siete palmos (aprox. 1,50 m).  El total de palmos que midieran los negros de un embarque, menos el total de descuentos dividido entre siete, debía arrojar el cupo asignado al asiento y el tributo correspondiente.  La redhibición como su nombre lo indica, otorgaba al comprador la posibilidad de deshacer el negocio, si en el plazo pactado, generalmente de dos o tres meses, encontraba defecto no declarado.  Además de los anteriores factores, había otra circunstancia que podía influir en el precio, como era la clasificación que se le pudiera otorgar por conocimiento y destreza; dentro de la cual existían cuatro categorías: todos los recién llegados, eran considerados inexpertos y se les conocía como bozales, pero si ya hablaba español, su valor aumentaba y se les llamaba ladinos; a los torpes y poco diestros se les decía bozalones y muleques a los veteranos y hábiles.

El esclavo se hallaba en una situación ambivalente, ya que si bien era considerado como simple mercancía cuya propiedad se trasladaba mediante acta rubricada por escribano o alcalde; como ser humano, se le exigía discernimiento en el desempeño de su trabajo y adecuado comportamiento; de manera que por una parte su vida se regía por las normas comerciales, sin importar si al venderlos se rompiera la unidad familiar o se estuviera dejando a menores sin madre, y por la otra, había leyes que le impedían  su libre movilidad, regían su conducta e imponían severos castigos a cualquiera que osara rebelarse; de todas formas las leyes estaban en su contra.

CASTIGOS
El amo tenía todo el derecho de sancionarlos a su criterio, lo que principalmente hacían azotándolos hasta la pérdida del conocimiento; pero el castigo más cruel era el cepo, que consistía en una viga horizontal con agujeros en los cuales se aseguraban los pies de manera que la espalda o el pecho, quedaba soportado sobre dos tablones separados, con el tronco a un nivel más bajo que los pies.  En esta inhumana posición, debían permanecer durante varias horas o incluso días, causándoles graves lesiones y en casos extremos, incluso la muerte.

REBELIONES DE ESCLAVOS
Esta situación de sometimiento, de trato inicuo, de vejaciones, de trabajos forzados, de mala alimentación, recibiendo como única compensación castigos crueles y sin poder visualizar alguna esperanza de cambio, sólo podía conducirlos a la búsqueda incesante y muchas veces violenta de su libertad.  De hecho fueron muchas las fugas a todo lo largo y ancho de la geografía nacional.  Estos esclavos escapados eran llamados cimarrones, quienes al lograr liberarse se refugiaban en lugares de difícil acceso y constituían asentamientos independientes llamados palenques, los que existieron por todo el país.  Entre los nombres más sobresalientes está Barule quien con Antonio y Mateo Mina en 1728 organizaron el palenque de Tadó; pero el más sobresaliente de todos fue Benkos Biojó quien en el siglo XVII fundó uno en la Sierra de la María, llegando a alcanzar tal poder que el rey de España se vio precisado a nombrarlo rey de esa agrupación y a ordenar que ni él ni su gente fueran molestados, a cambio de que se comprometiera a que sus palenqueros no causaran más desórdenes e inestabilidad en la comunidad.

POSICIÓN DE LA IGLESIA
Pese a que la esclavitud es un abominable sistema de explotación ajeno al sentimiento cristiano de amor al prójimo, la Iglesia nunca se opuso, y antes por el contrario, era normal que los religiosos tuvieran esclavos como sirvientes domésticos.   Para ellos la igualdad de los seres humanos era en el cielo, pero en la tierra, existía superioridad europea.  La justificación de este comportamiento se basaba en que se consideraba a los africanos como descendientes de Cam y por lo tanto infieles; de manera que al sacarlos de su ambiente y traerlos a la “civilización”, se les favorecía dándoles la oportunidad de cristianizarse para salvar su alma; y para su mayor tranquilidad de conciencia, se asumía que ésta era una forma eficiente de lograr la evangelización de mas personas para la gloria de Dios.

MANUMISIÓN
La eliminación de la esclavitud en Colombia fue un proceso largo que inició en 1812 y culminó el primero de enero de 1852.  Durante este período se hicieron algunos intentos y promesas fallidos; desde la abolición en las constituciones de Cartagena y Antioquia, hasta los ofrecimientos tanto de los ejercitos criollos como de los españoles de otorgarles libertad a los negros que engrosaran sus respectivas filas.  Sólo el 19 de julio de 1821, contra la voluntad de los esclavistas, se pudo aprobar la LEY DE VIENTRES, que en sus dos primeros artículos dice:
·         Art. 1° - Serán libres los hijos de las esclavas que nazcan desde el día de la publicación de esta ley en las capitales de provincia; y como tales se inscribirán sus nombres en los registros cívicos de las municipalidades y en los libros parroquiales.
·         Art. 2° - Los dueños de esclavos tendrán la obligación precisa de educar, vestir y alimentar a los hijos de éstas, que nazcan desde el día de la publicación de la ley; pero ellos en recompensa, deberán indemnizar a los amos de sus madres los gastos impendidos en su crianza con sus obras y servicios que les prestarán hasta la edad de 18 años cumplidos.

También quedó prohibido mediante esta ley, el comercio de esclavos, permitiéndose sólo la llegada de nuevos africanos que lo hicieran en compañía de su amo y con la promesa de no hacerlos objeto de comercio.

En concordancia con el pensamiento libertario reinante, en 1825 se establecieron severas sanciones a los nacionales que negociaran con esclavos, e incluso a los extranjeros que lo hicieren hallándose en territorio colombiano.  En los años 1828 y 1839 se reglamentó el funcionamiento de las Juntas de Manumisión y se establecieron los procedimientos para la liberación de los nacidos a partir de 1821; así como la obligación de darles empleo, enseñarles un arte y en última instancia, su vinculación al ejército en caso de que no quisieran seguir trabajando para los anteriores amos y no tuvieran un oficio definido.

Pero cuando todo parecía comenzar a funcionar, se presentó la llamada Guerra de los Supremos, con la consecuente llegada al poder de personas más conservadoras, quienes con el apoyo y la presión de los esclavistas payaneses reversaron los logros obtenidos hasta el momento; y fue así como el 28 de noviembre de 1843 se promulgó una ley mediante la cual se autorizaba nuevamente el comercio negrero, se establecían fuertes castigos para los sediciosos y vagos, y dejaba sin vigencia la Ley de Vientres.

Finalmente el 21 de mayo de 1851, siendo presidente José Hilario López, se expidió la  Ley de Manumisión, poniendo punto final a la esclavitud, así:

 Artículo Primero – Desde el primero de enero de mil ochocientos cincuenta y dos, serán libres todos los esclavos que existan en el territorio de la República.  En consecuencia desde aquella fecha gozarán de los mismos derechos y tendrán las mismas obligaciones que la Constitución y las leyes garantizan e imponen a los demás ciudadanos.

Lo insólito de esta ley, es que en lugar de proporcionar apoyo económico y educativo a quienes habían sido ofendidos, ultrajados y explotados por muchos siglos, fueron los amos opresores quienes se vieron favorecidos mediante el pago por cada esclavo liberado.   De todas formas, de aquí en adelante, los negros tuvieron, si no una igualdad real, al menos comenzaron a gozar de una libertad, que de aquí en adelante ya no volvería a serles arrebatada, sino que más bien quedaría garantizada por las sucesivas constituciones:

·         Constitución de 1863 – Artículo 12 – No habrá esclavos en los EEUU de Colombia.
·         Constitución de 1886 – Artículo 22 – No habrá esclavos en Colombia.  El que siendo esclavo, pise territorio de la República quedará libre.
·         Constitución de 1991 – Artículo 13 – Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
Artículo 17 – Se prohíben la esclavitud, la servidumbre y la trata de seres humanos en todas sus formas.

DISCRIMINACIÓN
Pese a los esfuerzos legislativos en favor de los afrocolombianos, persiste una marcada discriminación hacia la población de tez más oscura, pese a que en el país hay una población mayoritariamente híbrida, con mínima proporción de raza blanca.  Esta situación se puede observar fácilmente leyendo la prensa donde encontramos con una frecuencia mayor a lo que cabría esperarse en una nación tan diversa, noticias sobres actos discriminatorios en sitios públicos; como también es frecuente escuchar comentarios como “trabaja como negro”, o “negro tenía que ser”, etc., y más reprochable aún son las expresiones de importantes políticos como las registradas recientemente:

 “La plata que uno le meta al Chocó es como meterle un perfume a un bollo” Rodrigo Mesa, diputado de Antioquia, mayo de 2012. (La población del departamento del Chocó es mayoritariamente afrodescendiente y bollo en el léxico del interior del país quiere decir heces) 

“Siendo sinceros, grupos difíciles de manejar en un gobierno, como los desplazados, negritudes e indígenas, que son los más difíciles de manejar, son tres cánceres que tiene el gobierno nacional” Fernando Delgado, concejal de Marsella, Risaralda, agosto de 2012.

“No ingresa nadie, funcionario, asesor de los concejales, porque esto se nos está volviendo una merienda de negros Jorge Durán, concejal de Bogotá, agosto de 2012.

Y para rematar tenemos este aviso en la ventana de una casa en el barrio Suba de Bogotá, septiembre de 2011

ELEMENTOS QUE FUERON USUALES DURANTE LA ESCLAVITUD


TABLA DE PALMOS                                                    ACTA DE VENTA
        

HIERRO DE LA CORONA                                                                           GRILLETE                                                                                                                     


                                             
                      

        










            

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