viernes, 9 de julio de 2010

Rescatada demandante

SUETONIO TRANQUILO

¡Cría cuervos y te sacarán los ojos!

Eso dice la filosofía popular, y no hay nada más verídico. Cuando todos creíamos inocentemente que la Dra. Ingrid Betancourt había retornado a Colombia a reiterar sus agradecimientos por su rescate, nos hemos enterado que lo que vino a hacer fue a demandar al país.

Sí, aunque parezca imposible, incongruente, ilógico, irracional; ella y su familia en medio de su infinita ambición han considerado que su gesto irresponsable de internarse en el Caguán bajo su propio riesgo después de haber sido advertida de que no era recomendable hacerlo ante la imposibilidad de proteger su vida, es culpa del Gobierno; y por lo tanto, usted y yo, simples ciudadanos, tendremos que pagarles más de quince mil millones de pesos; no, no se limpie los ojos, leyó bien, son QUINCE MIL MILLONES DE PESOS COLOMBIANOS, más de cinco millones de euros. Bueno, tal vez a usted y a mí nos pueda parecer un poco exagerado, pero de pronto es lo mínimo necesario para que la señora pueda vivir decentemente en Paris, y ¿tal vez se lo debemos por todo lo que ha hecho por el país…? Y pensar que pretendió ser nuestra presidenta, de la que nos salvamos. Ojalá Dios nos la conserve en Francia… por siempre.

Lo más grave de todo este espectáculo deprimente, es que como el mal ejemplo cunde y muy rápido se vuelve pandemia, los otros liberados también solicitarán su indemnización, como ya lo está pensando el Señor Alan Jara, y a ese paso, en los próximos años tendremos que crear nuevos impuestos para satisfacer la cascada de demandas o tendremos que sacrificar sectores sensibles como la educación, la salud, la infraestructura y quien sabe que más; pero no importa, lo importante siempre será que los políticos puedan engordar sus chequeras con el presupuesto nacional y si lo logran por la vía legal, mejor.

¡Qué vergüenza! ¡Qué pesar! ¡Qué dolor! Que aquellas personas que se supone que dedican su vida a servir al país, a trabajar por engrandecerlo; que dicen poner los intereses superiores de la nación por encima de los particulares, sean precisamente los que nos den sin sonrojarse, muestras de su egoísmo, de su ambición personal, de su pequeñez de espíritu, de su poco amor de patria.

Cuando uno observa estos comportamientos, no puede uno dejar de pensar si vale la pena que nos preocupemos por su suerte, si todas esas manifestaciones de solidaridad valen la pena, si se merecen nuestra comprensión. Duele tanto verlos en sus mezquindades que nos llevan a reflexionar si son merecedores de nuestras preocupaciones, pero no, somos seres humanos y nos obliga la solidaridad, aún con quienes no se la merecen. Así que sigamos criando cuervos…

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